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Sánchez Rosillo
El sueño cumplido

NUEVO

Villena
Luijurias y apocalipsis

Ángela Álvarez
Los ritos familiares

Eloy Sánchez Rosillo
LA GRACIA INVISIBLE
SOBRE El sueño cumplido

ELOY SÁNCHEZ ROSILLO.
EL SUEÑO CUMPLIDO
TUSQUETS, 2023
267 PÁGINAS.
POESÍA, poesía española, Spanish Poetry, crítica literaria.

LA GRACIA INVISIBLE.
SOBRE EL SUEÑO CUMPLIDO DE  ELOY SÁNCHEZ ROSILLO.

Que por espaciada que sea su obra, un escritor sea fiel a una editorial, como es el caso de Tusquets con Eloy Sánchez Rosillo, facilita enormemente su lectura y el seguimiento de su evolución poética. En efecto, este veterano poeta (Murcia, 1948) nos dejó con la miel en los labios con uno de los libros más bellos de estas dos últimas décadas, La rama verde, donde afirmaba: “Para vosotros, que vendréis al mundo / cuando yo me haya ido, / escribo este poema”. La idea de permanencia, de conexión con lo eterno, lo que nunca cambia, simbolizado en un atardecer, en una flor o una muchacha, que nunca será la misma, hace posible un concepto muy habitual de ejercer la poesía pero, no por ello, menos conmovedor.

Hablamos ahora en este volumen más largo que ha titulado El sueño cumplido (267 páginas) del perfecto complemento para quienes somos admiradores de la palabra poética de Sánchez Rosillo y, asimismo, de un buen motivo para iniciarse en su concepción de la palabra y del oficio. En Las cosas como fueron, titulo que curiosamente coincide con las memorias de Francisco Nieva, con quien poco tiene que ver en actitud, reunió el autor su poesía hasta 2017 a la que habría que añadir ese culmen de su ejercicio, por el momento, que representa el citado poemario La rama verde. Aclara su autor al comienzo que es, sin embargo, poco dado a la exégesis de sus propios textos en forma de “poética”, algo demasiado pomposo y alejado del propósito. No obstante, en una trayectoria tan larga ha habido ocasiones suficientes para comentar, explicar y dilucidar algunas de las características de su quehacer literario y es eso, precisamente, lo que nos presenta aquí en forma de conferencias, en una exquisita antología de poemas de diversas épocas y, finalmente, de unas entrevistas plenas de luz y de coherencia.

A veces me preguntan qué le pido a un autor y, sobre todo, que se le pide a un poeta. En primer lugar, la coherencia en el tiempo, que es independiente de la evolución estilística y temática lógica de una trayectoria larga. Aquí se cumple. Por otra parte, la emoción compartida entre autor y lector frente a detalles nimios de la vida, que trascienden la propia realidad. Dos caminos se presentan ante esto: la artificiosidad barroca o el camino de la palabra contenida donde se dice más de lo que está escrito. Evidentemente Sánchez Rosillo opta por este segundo camino, menos impactante para un lector nuevo pero más gratificante y revelador: “Mirad y oled la lluvia, / disfrutad de esta tarde en la que no / podremos estar juntos. / Sabed que la escribí con regocijo. / Y que pensé en vosotros”. El diálogo con el posible lector que es también el propio autor es permanente en los poemas, para quien presenta como una ofrenda todos esos pequeños detalles tan sencillos como necesarios: una tarde de lluvia, impresiones de un viaje, un caminar solitario, un atardecer en la playa, la visión fugaz de una joven como símbolo de ese tiempo que fue y se ha perdido.
En la parte antológica elige el autor para este volumen algunos poemas que tratan sobre el quehacer poético, sobre la palabra, sobre la permanencia del texto. Esa escritura “metapoética” que en algunos autores resulta envarada, ensimismada y hasta cierto punto egocéntrica es, sin embargo, clarificadora y amable en el caso de Eloy Sánchez Rosillo. Frente a los excesos, frente a las máscaras, aquí hay una constatación de la desnudez de recursos que tiene el poeta para describir el mundo: “Sólo palabras tienes y con ellas / has de decir el mundo, la infinita / variedad de las cosas”. El mundo existente, en forma de árboles, de sonrisas, de vivencias, ha de reconstruirse en el propio poema. Pero ya la realidad va por un lado y el poema cobra vida propia: “Y cuando al fin queda el poema / completamente terminado / quien lo escribió, confuso, piensa / que no es verdad, que está soñando”.

Tiene este Sueño cumplido, como decíamos al principio un doble cometido de cara al lector: para quien haya degustado la obra de Sánchez Rosillo, quien todavía nos dará grandes frutos, servirá de momentáneo epílogo iluminador. Para el lector nuevo, las entrevistas y la pequeña antología será un buen comienzo, un dichoso punto de partida para ir hacia atrás en la obra de uno de los poetas más interesantes y puros de nuestro tiempo.
David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

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Una cita del libro

QUE otros canten las armas y a los héroes,
los abismos del ser
o la complejidad del universo.
Dejadme a mí que diga la gracia irrepetible
de esta tarde de abril, la efímera hermosura
de la luz, que es mi amiga y que plácidamente
acaricia el papel en el que escribo.
 (Eloy Sánchez Rosillo)

Luis Antonio de Villena
¿ES CIERTO, LUIS ANTONIO, QUE VIENEN LOS BÁRBAROS?
SOBRE 
LUJURIAS Y APOCALIPSIS

LUIS ANTONIO DE VILLENA.
LUJURIAS Y APOCALIPSIS
VISOR, 2022
102 PÁGINAS.
POESÍA, poesía española, Spanish Poetry

¿ES CIERTO, LUIS ANTONIO, QUE VIENEN LOS BÁRBAROS?
SOBRE LUJURIAS Y APOCALIPSIS DE LUIS ANTONIO DE VILLENA.

Radical en un clásico virtuosismo, la obra poética de Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) es coherente y fiel a unos temas que, sin embargo, van ampliándose e impregnándose de nuevos matices según pasan los años, según cambian las vivencias, según llega la odiosa senectud.

La tentación ficcional, de convertir al autor en personaje, es característica de su obra narrativa (el soberbio libro En el invierno romano, en Chicos o Madrid ha muerto) pero igualmente en su obra lírica donde el yo se llena de adherencias culturales, de modos de ser y a su vez deseos cumplidos o incumplidos. Siempre recuerdo el poema “La vida escandalosa de Luis Antonio de Villena” como uno de los ejemplos señeros de esa poesía autobiográfica distanciada, con las limitaciones que esta terminología tiene.

Decía Umberto Eco (Lector in Fabula) que el texto es “una máquina perezosa que exige del lector un arduo trabajo cooperativo”. En Lujurias y apocalipsis hay algunos poemas que remiten a la memoria personal, a las lujurias íntimas, aunque la mayor parte de los textos invitan al lector a ese pacto cómplice y dificultoso de integrarse en historias no pasadas, no vividas, en toda una sucesión de pequeños apocalipsis que toman a veces la forma de semblanzas, de recreaciones e incluso de ucronías (hechos posibles pero que no han sucedido realmente). En este sentido, y aunque es coherente con su trayectoria anterior, me parece que Lujurias y apocalipsis lejos de ser una continuación de temas y posibilidades ya exploradas en otros libros, constituye un espléndido recinto arqueológico en el que toman voz muchas vidas pasadas a las que el autor actualiza y ficcionaliza a su antojo. Veamos el comienzo y cierre de este libro: “Emmy Hennings: un crepúsculo” y “Don Juan Manuel viaja a Nishapur”. Gusta mucho Villena de la conversación en los poemas, del diálogo inventado y encuentra en la conocida poetisa del Cabaret Voltaire, fallecida en 1948, unos años después del segundo gran apocalipsis del siglo, una interlocutora ideal para la línea argumental del poemario: “Somos cenizas en vientos salvajes”. Más fantasioso pero no menos sugerente es el largo texto, casi un poema en prosa, dedicado al autor del Conde Lucanor a quien Villena pone rumbo a oriente, quizá como destino imposible de la vida, como metáfora máxima de lo que hemos venido a hacer y nunca llegaremos a alcanzar. Hay en este poema, como en todo el libro, momentos bellísimos: “Pues es en la vejez, en estos oscuros callejones de senectud, cuando se da y emprende, con buena loriga, la gran, honda aventura” (página 94).

Tiende, en efecto, Luis Antonio de Villena al verso largo, al poema en prosa, que es más proclive, como sabía Rubén Darío, al ritmo lento y a la melancolía. Algunos de los textos son en lo formal herederos de los Cantos de Pound en cuanto a su riqueza acentual o la perfección en los encabalgamientos, a veces imposibles: “con las amarillentas / hojas de los libros casi retorcidas por salitre y humedad. Volviendo / a leer su primer libro (…)” (en el poema dedicado a Eliseo Diego). Y tiende inevitablemente al juego de los tiempos verbales, a la superposición de momentos y espacios que van fundiéndose con una majestuosidad conmovedora: “Yo fui y no soy el infelice palabrador Cetina”; Casanova lamentándose como Quevedo en “soy un fue, un será y un es cansado”, la nostalgia esplendorosa de Tánger: “y la sensación de que nunca moriré del todo, porque fui feliz allí”.

En este apocalipsis quedan las cenizas de la fiesta, de la lujuria, de la alta cultura. No es la indefinición de Cavafis frente a los bárbaros, porque estos ya están aquí. Es un mundo perdido sobre el que Villena se relame nostálgico tomando como guías a sus alter ego, a sus semejantes. “El mundo es miserable y pútrido”, un fin de imperio, un eclipse de la belleza conocida. ¿Sabremos sobrevivir sin ese brillo? ¿Será verdad, Luis Antonio de Villena, que ya están aquí los bárbaros? Y cierto es que será terrible la caída pero quedará este libro para gozar de lo perdido.

David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

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PUEBLA. NUEVA ESPAÑA. 1557

No las llanuras de España. Cielos verdosos de Sevilla
al alba, con vihuelas. No. Soy de los largos días de
Italia. Sus guerras, su lujo, el tafetán, pebeteros de sándalo...
Solo e pensoso... Mia cara Cinthia. El olor de las sábanas
de Holanda, almohadones de velludo, sus blancas
piernas abiertas, y el doncelito que portaba el pichel
con hidromieles y vino dulce. La Toscana en guerra,
los fuegos entre palacios y ruinas, las estrellas en lo negro
como diamantes en el pelo de la cortesana Delia...
Amanecer junto al mar azulino de Ischia, donde las
sirenas iban desnudas y los soldados se lavaban el
sudor y el semen del goteante lino. Aquello.
Tantos años con el César y monseñor Castiglione...
¿Qué hago aquí? Este rumbo de volcanes y cactus
no es mío, aunque tan inmenso. Dulcemente futuro.
Todo moribundo es pasado y el ser solo halla sentido
en lo sido. Me abismo en el gigante oleaje. Extraño,
lejos. Yo fui y no soy el infelice palabrador Cetina.

LUIS ANTONIO DE VILLENA, Lujurias y apocalipsis.

Ángela Álvarez Sáez
RETOMAR EL HILO SOBRE 
LOS RITOS FAMILIARES

ÁNGELA ÁLVAREZ SÁEZ
LOS RITOS FAMILIARES

LASTURA EDICIONES, 2022
67 PÁGINAS.
POESÍA, poesía española, Spanish Poetry

RETOMAR EL HILO.
SOBRE LOS RITOS FAMILIARES de Ángela Álvarez Sáez

No es fácil rendirse a un libro de poemas que tiene como temas fundamentales la maternidad y los hilos ocultos que sujetan las diferentes generaciones. Quizá la primera razón podría ser editorial: hay un abuso actual en las mesas de novedades editoriales en cuanto libros sobre la maternidad y del cuerpo femenino en las novedades editoriales: Asteroide, por ejemplo, acaba de publicar Un trabajo para toda la vida de la británica Rachel Cusk. La relación con los padres es igualmente un tópico actual que se traduce bien en una forma de vendetta como en el celebrado libro de María Negroni, bien de forma compasiva como en el de Ana Iris Simón. Por otro lado, hay siempre algo incómodo para un lector en la contemplación sin pudores de la intimidad, y no obviemos que un libro como este, el de Ángela Álvarez Sáez, Los ritos familiares, empieza con el verso “Mamá y papá se casaron jóvenes”.

Si el lector de esta reseña o posología pasa de mi primer párrafo al segundo, debo advertirle del lado gozoso que procede: no, no es un libro como los que pueblan las mesas de novedades. Así que no debemos prejuzgar ni valorar por esa premisa inicial puesto que este poemario es mucho más valiente, ya que nos pone frente a una sucesión de imágenes de los padres, un diálogo imposible en el tiempo: “Y la sombra reptó / como un lagarto / por nuestros vientres”. No nos asustemos: imágenes tan logradas como esta, símiles sin tabú pueblan este libro en una presentación formal a la que el lector termina acostumbrándose: poemas muy largos, de verso corto, de interpelaciones interiores a los que nadie responde (“Mamá / te fuiste haciendo mayor”) y una estructura tripartita muy equilibrada por la que se evoluciona no solo en el tiempo sino también que se amplía el concepto de familia, como tratando de mantener firmes e irrompibles los hilos generacionales.

Las hijas que se hacen madres. Las madres que no viven en el tiempo de sus madres es el tema más interesante que se aborda atinadamente en la segunda parte, sin obviar la ironía ni la crítica del momento: “Con padres eufóricos que suben / fotos de sus recién nacidos a Facebook. / Hijos criados en guarderías / conectadas venticuatro horas”. El cambio generacional es evidente, pero no por ello es menos ardua la tarea de ser padre o de ser madre sino que se va poblando de nuevos temores, de problemas no resueltos: “Os he gestado / en los pliegues de la placenta / Os he acunado de noche. / ¿Qué tengo que ofreceros?”. Las dudas son inmensas, como inquietantes son las preguntas que van sucediéndose en el poemario, las imágenes de una tierra baldía, las comparaciones con una naturaleza desértica, las peticiones y los ruegos.

El problema existencial, de vacío, que plantea este poemario ya es de por sí complejo pero su autora, que tiene una amplísima obra poética, reconocida por numerosos premios, no se queda en la torpeza de un efímero muro de lamentaciones maternales, como esos a los que nos está acostumbrando el momento editorial y las columnistas de ciertos medios. Por fortuna. La creación vital sin aprendizajes ni ayudas que supone la llegada de los hijos, va imbricándose poco a poco con la poética. La vida es lo que va construyéndose, de manera lenta y torpe, al mismo tiempo que van creciendo los poemas, ejercicio también pleno de dudas y lamentos. Sylvia Plath dijo en Ariel que “la perfección es terrible: ella no puede tener niños”: pero Ángela Álvarez no va en la línea de la autora angloamericana sino que siempre encuentra resquicios para equilibrar los momentos de duda: “Tus poemas crecen fuera del jardín / como lirios hermosísimos / con olor a semen. / Nosotras hemos inventado el cuento. / Tú has venido con el poemas/ y has transformado su sentido” (página 44).

Toda creación es un acto de puro amor, pero también de egoísmo, de inmadurez, de pesadumbre. Así en la vida como en la poesía, si es que esta no es muchas veces algo más profundo y nos explica mejor la propia existencia. Los ritos familiares no es un libro crudo ni obsceno, por mucho que alguna de sus imágenes puedan parecer chocantes. El carácter dialogado del texto, su perfecta imbricación en la estructura en tres partes hace de él una de las mejores muestras de esa otra poesía que no siempre tiene cabida en las antologías y suplementos. Un libro certero, de felicidad tras la tormenta.


David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

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