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El corazón del daño

POSOLOGÍA DE LA SEMANA

Karina
La isla del doctor Schubert

POSOLOGÍA DE LA SEMANA

2.- Karina Sainz Borgo
TODA LA LITERATURA EN UNA ISLA
Sobre el libro La isla del doctor Schubert de Karina Sainz Borgo.

KARINA SAINZ BORGO
EL CORAZÓN DEL DAÑOS
ILUSTRADADO POR NATALIA PÀMIES
LUMEN, 2023
146 PÁGINAS.
NARRATIVA
Contemporaneidades

Toda la literatura en una isla.
Sobre el libro La isla del doctor Schubert de Karina Sainz Borgo.

Es posible que algún lector quede algo despistado con las primeras páginas de este nuevo libro de la venezolana, muy integrada ya en el vivir madrileño y en la cultura española, Karina Sainz Borgo. Es posible que a ese lector le haya desconcertado el título, imaginando quizá al músico Schubert en una extraña isla de cocoteros, muy alejada del refinamiento vienés. Y no. Aquí Schubert es un médico berlinés de esa riquísima cultura europea de principios del siglo XX. La que describió Zweig con soltura. Y a partir de ahí todo es ficción, o medio ficción, o literatura insertada en unas redes de pesca enormes que no arrastran solo peces sino sirenas, personajes, libros y sueños. ¿Qué es este libro extraño entonces? Un homenaje maravilloso que Karina Sainz Borgo se hace a sí misma en tanto que lectora: sus obsesiones, sus fetiches, sus músicos, sus palabras almibaradas, sus lugares imaginarios. 

 Es emocionante que el libro comience con una cita narratológica procedente de uno de los últimos libros de Marías. Y no es casual este homenaje, y no el único en el texto. Porque en este cuento largo de menos de 150 páginas, y deliciosamente ilustrado por Nathalia Pàmies, una copista, escribana o amanuense nos lleva de la mano para gozar del inusitado mundo del doctor Schubert. Un extraño islote donde suceden cosas y donde, como decían los mapas medievales, hic sunt dracones: por allí debe de haber hasta dragones. Y mucho más.

“Las mareas de aquella travesía la cortaron en dos: la hicieron una sirena sin cola y una mujer sin rumbo. Una mensajera. Una copista. Una desgraciada”. Así es esta anónima amanuense en calidad de narradora que nos va a llevar de viaje a una isla imperfecta utilizando todas las herramientas que la belleza del lenguaje y de la retórica le sean posibles, de modo que nosotros, pobres lectores, seremos como aquellos marineros que sucumbían a los cantos de sirena. Y esos cantares seductores se nutren aquí del recuerdo de todos los Robinsones que en el mundo ha habido, pasando por Stevenson, por Wells, por Sterne, por Kafka, por Melville, por Thomas Mann y hasta por las ínsulas cervantinas. La literatura es un ejercicio de aguerridos solitarios que luchan contra los dragones íntimos y propios y contra los exteriores, generalmente menos peligrosos. Porque cada uno se sitúa donde cree que está su paraíso perdido: “Si la amanuense acudió a la isla atraída por el gemido de los ahogados entre los que creyó escuchar a su padre, el doctor Schubert regresó a Berlín buscando pinceles”.

Modigliani, Monteverdi, Tristán, los nobles del Reino de Redonda, la invención aristocrática de Marías, confluyen en este libro misceláneo a medio camino entre la novela de héroes vencidos y trasterrados y la poesía en prosa. No en vano fue en la sección de poesía de unos grandes almacenes donde encontré los ejemplares de este libro. Y es que yo, como lector, me siento ahora cautivado por los cantos de sirena de esta isla que regenta con una equilibrada mezcla de piedad y crueldad el extraño doctor Schubert. Puede re-leerse entero o volver a cualquiera de sus páginas donde encontraremos elixires, frutos silvestres, salamandras y goletas venecianas. Sabíamos de la maestría narrativa de Karina Sainz Borgo, que comprobamos en dos espléndidos libros como La hija de la española y El tercer país. Karina es una encantadora del lenguaje. Y si en la novela alguien como Tristán tiene las llaves de toda isla, descubriendo infiernos y paraísos, nuestra autora tiene las llaves de todos los secretos de la lengua española, de un lado y del otro del Atlántico, desde Cádiz a las Antillas, de la antigüedad a nuestros días, entre hamacas y algarrobos, aljófares y perlas. La isla del doctor Schubert es uno de los libros más bellos que usted pueda encontrar ahora mismo en la librería.

David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

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Una cita del libro La isla del doctor Schubert

"Quizá por eso el doctor Schubert transpira caramelo al dormir. Puede que sea esa también la razón por la que el berlinés añora a los plataneros y conoce las esclusas del canal de Panamá. Por eso entiende de perlas peregrinas, dibuja las colas dentadas de los dragones que sacuden el agua y aparta de su plato las migajas de pan seco. Él es el almíbar, el jugo fresco que un alemán extrajo con trapiches.”

1.- María Negroni
ESCRIBIR SUELTO, IMPACTAR RÁPIDO
Sobre el libro El corazón del daño de María Negroni

MARÍA NEGRONI
EL CORAZÓN DEL DAÑOS
RANDOM HOUSE, 2023
143 PÁGINAS.
NARRATIVA
Contemporaneidades

ESCRIBIR SUELTO, IMPACTAR RÁPIDO
SOBRE EL CORAZÓN DEL DAÑO DE MARÍA NEGRONI.

Hay una literatura acorde con el mercado volátil que atosiga a los almacenes de las distribuidoras y desespera a las librerías. Es una literatura spritz, como el Aperol: sorprendente por fuera, amarga en su gusto y que no deja ningún poso. Quien deguste un Aperol Spritz se verá obligado a beber una botella de agua de forma inmediata o dulcificar el sabor con un buen vino. Hemos de decir, no obstante, que esta literatura aparentemente brillante, chispeante en su construcción y de temas amargos y pesarosos tiene su público, el cual se retroalimenta de elogiosos comentarios con foto en las redes sociales.
Así ocurre con El corazón del daño, un texto pretendidamente inclasificable de la argentina María Negroni, quien ha disfrutado en estos últimos meses de un continuo elogio en los social por este arfefacto poético-memorialístico-diarístico-ensayístico. Un libro que se abre con fervor, que se lee rápido, que se consume en dosis cortas y que, desgraciadamente, no deja retrogusto.

Mamá, no me querías.
El camino que he llevado es el de la oruga.
Como tú me hiciste: lenta y viscosa.
Porque mamá no estaba allí.

No ha escrito estas líneas María Negroni, pero es el tono del libro, y es fácil imitarlo: es una sucesión de oraciones breves, un abuso de la yuxtaposición, un sacrificio cruento de la hilazón y del párrafo largo. Una autora que se recrea en el blanco de la página, como si de un libro de poemas se tratara; que cree en la deidad del punto y aparte, como si ese estilo ortográfico-sintáctico salvara su existencia, la memoria de su desdichada infancia y juventud, la presencia no redentora de los padres. Y sí: uno lee las primeras páginas con devoción por esa plasmación de las ausencias. Primero son las cosas (En la casa de la infancia no hay libros. Patines hay. Bicicletas, cajas de cartón con gusanos de seda. Pero no libros). A estas ausencias se van sumando pequeñas desgracias personales, traslados, quejas, despechos: “A esta hija no la quiero nada, nada nada”. Y entre cajas, títulos, trabajos, reproches, novios, desarrollos hormonales o lecturas va articulándose una especie de museo del desamparo que el lector no acaba de comprender nunca: ¿por qué esa tendencia a la elipsis, al hipérbaton, a la metáfora y al símil? Y entre tanta oración suelta, tanta interioridad es cierto que hay hallazgos, frases hermosas y contundentes que, evidentemente, podrían citarse. Aquí o en una agenda mañanera. A pequeños sorbos. Pero es que la autora cae a su vez en un recolección abusiva de citas, algunas de las cuales ocupan tres páginas: Marguerite Duras, Pessoa, Lispector, Pizarnik, Albert Camus… Como puede verse, lo más alegre de cada literatura.

Detrás de todo este artefacto de referencias y de reflexiones personales, tan a toro pasado, el lector va quedándose con una imagen desvaída, etérea, evanescente y desdibujada de una madre a la que se juzga severamente con unos parámetros actuales y a quien, desde luego, no se le ofrece ni la más mínima posibilidad de defensa: “Nunca te mataré lo suficiente, Madre. Nunca estarás debidamente muerta. Ni en el tamaño de mi edad”. Este tipo de frases pretendidamente duras, hirientes y cortantes son un juego de hipérboles con los que el lector no siente ninguna empatía, como tanto se dice ahora, a no ser que nos imaginemos a esa madre como una especie de adefesio al estilo Norman Bates del hotel de Psicosis, que es lo primero que se me vino a la cabeza pasando las páginas. O peor aún, la madre de la Pantoja. Sería necesario, desde luego, (ironizo), que la editorial y las librerías advirtieran de que este libro no es apto para regalar a las madres en su día de mayo, a no ser que quieran que estas pongan una cláusula de exclusión en el testamento o dejen a los nietos sin sus croquetas, sus regalos y sus postres.

Me temo, como dije al principio, que de este libro se hablará en determinados círculos y redes sociales durante unos meses. Habrá quien se embobe con las metáforas y quien copie algunas frases en cuadernos de diseño. Pero es una literatura spritz. Bonita por fuera, colorida y chispeante, sin nada dentro. Pensaba hacer un juego entre el Aperol y el apellido Negroni, que es un gran cóctel. Pero me abstengo.



David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

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Una cita del libro

"“Un libro es un dispositivo hermoso. También es una máquina de pensar, un dispositivo que encarna el más alto espíritu de contradicción”

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