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Luri
En busca del tiempo en que vivimos

POSOLOGÍA DE LA SEMANA

Juristo
Mi Londres sentimental

POSOLOGÍA DE LA SEMANA

1.- Gregorio Luri
HASTA QUE NUESTRA PACIENCIA SE ACABE:
SOBRE 
EN BUSCA DEL TIEMPO EN QUE VIVIMOS 

GREGORIO LURI.
EN BUSCA DEL TIEMPO EN QUE VIVIMOS.
DEUSTO, 2023
301 PÁGINAS.
ENSAYO / FILOSOFÍA / Contemporaneidades

HASTA QUE NUESTRA PACIENCIA SE ACABE.
SOBRE EN BUSCA DEL TIEMPO EN QUE VIVIMOS. GREGORIO LURI.

Una alumna brillante de hace unos años tenía la costumbre repetitiva de incorporar en sus comentarios de texto el mantra “lo personal es político”. Daba igual que el artículo analizado abordara la lectura, la política, la floración de los árboles o la sanidad. Según ella, había que hacer de todo una lectura política, comunal, social y, por supuesto, catastrofista, pues el mundo es duro, imposible y camina hacia la deriva. La broma se le acabó el día que yo dije en clase que, en virtud de tal proclama, su nota la pondríamos toda la clase en común, porque aunque las notas son secretas, al ser personales deben ser políticas.

Para quien trabaja con adolescentes o universitarios es fácil encontrarse con discursos fuertemente ideologizados, endebles eso sí, pero de una gran fuerza repetitiva. La sociedad patriarcal, el cambio climático, los derechos de los animales son ahora los pilares sobre los que se sustenta toda discusión, las polémicas de cada día.

Seguimos de cerca la obra de Gregorio Luri, a quien consideramos no solo uno de los pensadores más lúcidos de nuestra patria sino uno de los que mejor sabe trasladar esas ideas en el difícil género ensayístico. No es diversión sino gran escritura. Por eso hemos leído con sumo interés el que es uno de los ensayos más sensatos pero a la vez más radicales sobre el complejo mundo ambiguo en el que vivimos, el que sucede a la gran orgía de décadas precedentes.

Me gustan los libros con los que tengo que usar un lapicero. Y eso he hecho con En busca del tiempo en que vivimos. La primera paradoja en la frente o en el título. A la nostalgia enfermiza de Proust se contrapone la indefinición de nuestros días y la creencia de que en todo hay una culpa, que en todo ha de intervenirse, como reiteraba mi alumna y que, por supuesto, no existe escapatoria ni futuro.

Es curioso que este libro se abra y se cierre con alusiones al Romanticismo. La rebeldía del Duque de Rivas o la del Frankenstein era un intento a veces fracasado de ampliar los límites de la conciencia y de la existencia. Estos límites, a juicio de ciertas corrientes políticas y filosóficas se han resquebrajado, dentro de lo que el autor ha denominado como Progresofobia. La tentación de derrotismo es alta: veníamos de los presupuestos empíricos y bonancistas de Pinker, en los que aún creo, y nos topamos con la peor de las pandemias conocidas, ante la cual el ser humano se aferró a la ciencia en primera instancia para desprestigiarla después; destruyó los últimos vestigios del humanismo para envolverse en un todopoderoso animalismo emocional.

Hay un conocido influencer italiano que antes de divulgar su sabiduría por las redes, se postulaba para carmelita en el magisterio de Santa Teresa. Ahora nos despierta cada mañana con preciosos videos de animalicos haciendo el bien y mejorando en sus costumbres a los humanos. Este cambio de paradigma e incluso de religión lo analiza Luri como un cambio de frontera, “un giro emocional” de consecuencias imprevisibles.

El paraíso ha muerto. Los ZIzek y compañía nos llenan las estanterías de textos de postrimerías, como si de un cuadro de Valdés Leal se tratara, mientras no paran de viajar y de dar conferencias de cuatro dígitos al menos. Todo lo que me cabrea de ellos lo he disfrutado con este libro contundente, magníficamente estructurado y escrito por Gregorio Luri. Alguien que no nos dará una respuesta final, ni una proclama ni una homeopatía salvífica sobre nuestro mundo. Pero nos muestra por donde van estas generaciones cansinas, atribuladas que agotan nuestra paciencia. Un ensayo que suena como un tortazo bien dado.

David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

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Una cita del libro

"El hombre tiene la capacidad extraordinaria de crear belleza con lo terrible y al recrear estéticamente lo terrible, encuentra el consuelo de la noble mentira."

2.- Juan Ángel Juristo.
EL LONDRES DE CADA UNO
SOBRE 
MI LONDRES SENTIMENTAL (CONFLUENCIAS)

JUAN ÁNGEL JURISTO
MI LONDRES SENTIMENTAL
CONFLUENCIAS, 2022
229 PÁGINAS.
VIAJES / MEMORIAS / Anglofilia

EL LONDRES DE CADA UNO
Sobre el libro Mi Londres sentimental de Juan Ángel Juristo.

Tienen los libros de viajes una sensación de imperfección, de no consumación, que es inherente a la propia categoría del libro. Por eso en este pequeño volumen (en tamaño y longitud) de Juan Ángel Juristo no desentona en absoluto el uso del pronombre posesivo de primera persona en el propio título. No es arrogancia sino necesidad. El viaje, la experiencia, ocurre una única vez y no vuelve a repetirse con otros viajeros ni en otras circunstancias. Por eso, si hablamos de la diversidad de Londres, hay tantos Londres como visitantes y tantos Londres como décadas de su historia.

Un fantasma recorre este libro de Juristo y no Marx, que sería peor compañía: como dos lazarillos en la niebla, nos acompañan Samuel Johnson y su biógrafo Boswell. Como al autor, a mí también me gustan las gratas y cultas compañías y me he recreado en la taberna más antigua de Londres y en los callejones solitarios de la City, cuando los hombres de corbata se han ido ya a sus gimnasios o a sus apartamentos de cristal. Pero es imposible que mi vivencia y la de Juristo sea la misma, por fortuna. Tampoco la de los turistas que van detrás del tópico o la de aquellos que no volvieron a la capital inglesa en las dos últimas décadas.

Se disculpa Juristo al final diciendo que “podría haber finalizado este libro con más referencias a Londres”. Pero las que aporta no son pocas pero sí muy personales, de los años vividos, de sus paseos y de sus compañías. Serán escasas para algunos lectores o desmesuradas para otros pero este carácter de insolvencia, de faena a medio hacer es, como dije, algo característico de los libros de memorias o de viajes. Aquellos que son una memoria literaria y personal, culta y espiritual, no el tripadvisor de los viajes futuros. Aquí sólo se viaja conjugando los verbos en pasados y el lector a veces coincide en los tiempos.
Por edad no conocí el Londres de los setenta. Fui un adolescente de los noventa cuando las innovaciones y el cercano internet acechaban el imperio de Tower Records, de Foyles y de Marks and Spencer. Pero puedo decir que conocí esa transición y que he leído con envidia y con nostalgia estas brillantes páginas sobre un Londres que fue y que las generaciones venideras ya no encontrarán. Sin resentimientos. Es una ciudad muy viva. Y nos ofrecerá nuevos tesoros.

No soy tampoco de discriminar a los visitantes de Londres en una especie de exterminio socio-cultural. Tanto derecho tiene a visitarla el que se pasa horas en Picadilly o en Camdem comprando baratijas como el que se ha empapado de Dickens o de Martin Amis y Zadie Smith. Pero resulta cierto que la cultura es para los viajes a la vez un don y una maldición. Es un regalo en tanto que te permite interpretar diferentes capas artísticas, históricas o sociales que para otros quedarán siempre invisibles. Y es una maldición porque en el caso de Londres, por ejemplo, cualquier tiempo pasado siempre nos parecerá mejor. Sospecho que a Juan Ángel Juristo le ocurrirá otro tanto: que le habría encantado ver los ómnibus de finales de siglo, encontrarse con Wilde en Chelsea, asistir a un estreno de Noel Coward o meterse en un tugurio para las primeras actuaciones de The Kinks. Y es que hay tantos Londres como décadas y como personas. Y todo esos Londres son ya inalcanzables, pretéritos e irrepetibles. Me imagino por ello a Juan Ángel Juristo sonriendo y soñando mientras escribía este libro pequeño y delicioso. Me lo imagino a la vez satisfecho y nostálgico, entusiasmado y melancólico, sabedor de que ese tiempo está ya solo en su memoria personal y que aún así debía compartirlo con alguien, como una botella lanzada al mar por si otro melancólico, herido de Londres en su vida, se digna a leerlo. Pero a ese alguien le faltarán otros momentos, otros lugares, otras experiencias. No importa. Yo soy ese lector. He terminado el libro y no se me ha quitado la sonrisa.

David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

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